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.--¿La trompeta o el clarín? --pregunté.Tuvo un instante de pánico:--¿Cómo ha hecho para.? Ah, es verdad, le he contado el sueño de la trompeta.No, el padre Tico me enseñó a tocar la trompeta, pero en la banda tocaba elgenis.--¿Qué es el genis?--Historias de muchachos.Ahora al trabajo.Pero mientras trabajábamos vi que a menudo echaba miradas hacia la escuelaparroquial.Me pareció que para poder mirarla nos hablaba de otra cosa.De vezen cuando interrumpía la conversación:--Aquí abajo se produjo uno de los más furibundos tiroteos del final de laguerra.Aquí se había establecido una especie de acuerdo entre fascistas ypartisanos.Hacia la primavera los partisanos bajaban y ocupaban el pueblo, ylos fascistas no venían a molestar.Los fascistas no eran de esta zona, lospartisanos eran todos muchachos de por aquí.En caso de combate, sabían cómomoverse entre las hileras de maíz, los bosquecillos, los setos.Los fascistasse hacían fuertes en la ciudad, y sólo se alejaban para las batidas.Eninvierno a los partisanos les resultaba más difícil estar en el llano, porqueno había donde esconderse, los veían de lejos en la nieve y con unaametralladora podían acertarles incluso desde un kilómetro.Entonces lospartisanos se replegaban a las colinas más altas.Y allí de nuevo eran elloslos que conocían los pasos, las quebradas, los refugios.Y los fascistas veníana controlar el llano.Pero aquella primavera estábamos en vísperas de laliberación.Aquí todavía estaban los fascistas, pero no se atrevían a regresar,creo, a la ciudad, porque se olían que el golpe definitivo se libraría allí,como de hecho ocurrió el veinticinco de abril.Creo que había habido algúnpacto, los guerrilleros esperaban, no querían el combate, estaban seguros deque pronto sucedería algo, de noche Radio Londres difundía noticias cada vezmás esperanzadoras, se hacían más frecuentes los mensajes especiales para labrigada de Franchi, mañana volverá a llover, el tío Pedro ha traído pan, ycosas por el estilo, quizá tú, Diotallevi, las escuchaste.En suma, debió dehaber un malentendido, los guerrilleros bajaron cuando los fascistas aún no sehabían marchado, el hecho es que un día mi hermana, que estaba aquí, en laterraza, entró y me dijo que había dos que jugaban a perseguirse con lasmetralletas.No nos asombramos, eran muchachos unos y otros, mataban el tiempojugando con las armas.Una vez, bromeando, dos de ellos dispararon en serio, yla bala fue a incrustarse en el tronco de un árbol de la alameda, contra el queestaba apoyada mi hermana.Ella ni siquiera se dio cuenta, nos lo dijeron losvecinos, y fue entonces cuando se le enseñó que cada vez que viera a dosjugando con las metralletas escapase.están jugando otra vez, dijo al entrar,para mostrar que era obediente.En aquel momento oímos la primera ráfaga.Sóloque después vino la segunda, la tercera, y después se generalizaron, se oíanlos golpes secos de las carabinas, el ra-ta-ta-tá de las metralletas, algunaexplosión más sorda, quizá de granadas de mano, y por último la ametralladora.Comprendimos que ya no estaban jugando.Pero no tuvimos tiempo para discutirlo,porque ya no podíamos oír nuestras voces.Pim pum bang ratatatá.Nosacurrucamos debajo del fregadero, mi hermana, mamá y yo.Después llegó el tíoCarlo, andando a gatas por el corredor, para decirnos que allí estábamosdemasiado expuestos, que fuésemos donde ellos.Nos desplazamos hacia allá yencontramos a la tía Caterina llorando porque la abuela estaba fuera.--Fue cuando la abuela estuvo boca abajo en un campo, entre dos fuegos.--¿Y cómo lo sabe?--Me lo contó en el setenta y tres, aquel día después de la manifestación.--Dios mío, qué memoria.Con usted hay que tener cuidado con lo que se dice.Sí.Pero tampoco mi padre estaba en casa
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