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.Pero el trabajo estaba casi acabado y sabÃa que Rider podrÃa ocuparse del resto.Al ver que Rider no decÃa nada, Bosch miró a O'Shea.– Estaremos listos -dijo.– Entonces llamaré a Maury y lo prepararé.– ¿Dónde está Waits?– Aquà mismo, en el edificio -dijo O'Shea-.Lo tenemos en alta seguridad y en celda de aislamiento.– Bien -comentó Rider.– ¿Y los otros siete? -preguntó Bosch.– ¿Qué pasa con ellos?– ¿No hay expedientes?– El compromiso legal, asà como Maury Swann, indica que fueron mujeres que nunca se encontraron y cuya desaparición probablemente nunca se denunció -dijo O'Shea-.Waits está dispuesto a conducirnos a ellas, pero no hay trabajo previo que podamos hacer al respecto.Bosch asintió.– ¿Alguna pregunta más? -preguntó O'Shea, señalando que la reunión habÃa terminado.– Se lo haremos saber -dijo Bosch.– Ya sé que me estoy repitiendo, pero siento la necesidad de hacerlo -dijo O'Shea-.Toda esta investigación es confidencial.Ese expediente es un compromiso que forma parte de una negociación de acuerdo.Nada en ese archivo ni nada que les diga podrá usarse jamás en un caso contra él.Si esto se va a pique, no podrán usar la información para perseguirle.¿Se entiende con claridad?Bosch no respondió.-Está claro -dijo Rider.– Hay una excepción que he negociado -continuó O'Shea-.Si miente, si pueden cogerlo en algún momento en una mentira o si cualquier elemento de información que les da durante este proceso se demuestra falso, se rompe la baraja y podemos ir tras él por todo.Él también es plenamente consciente de esto.Bosch asintió.Se levantó.Rider también lo hizo.– ¿Necesitan que llame a alguien para que los libere a los dos? -preguntó O'Shea-.Puedo hacerlo si hace falta.Rider negó con la cabeza.– No lo creo -dijo-.Harry ya estaba trabajando en el caso Gesto.Las siete mujeres pueden ser vÃctimas desconocidas, pero en Archivos tiene que haber un expediente sobre el hombre de la casa de empeños.Todo ello implica a Casos Abiertos.Podemos manejarlo con nuestro supervisor.– Vale, pues.En cuanto tenga la entrevista preparada, les llamaré.Entretanto, todos mis números están en el expediente.Los de Freddy también.Bosch saludó a O'Shea con la cabeza y lanzó una mirada a Olivas antes de volverse hacia la puerta.– ¿Detectives? -dijo O'Shea.Bosch y Rider se volvieron hacia él.Ahora estaba de pie.QuerÃa estrecharles la mano.– Espero que estén de mi lado en esto -dijo O'Shea.Bosch le estrechó la mano, sin estar seguro de si O'Shea se estaba refiriendo al caso o a las elecciones.Dijo:– Si Waits puede ayudarme a llevar a Marie Gesto con sus padres, entonces estoy de su lado.No era un resumen preciso de sus sentimientos, pero le sirvió para salir del despacho.3De nuevo en Casos Abiertos, se sentaron en el despacho de su supervisor y lo pusieron al corriente de los acontecimientos del dÃa.Abel Pratt estaba a cuatro semanas de la jubilación después de veinticinco años de trabajo, asà que les prestó atención, pero no demasiada.En un lado de su mesa habÃa una pila de guÃas de viaje Fodor de islas del Caribe.Su plan era entregar la placa, dejar la ciudad y encontrar una isla donde vivir con su familia.Era un sueño de jubilación común a muchos agentes de las fuerzas del orden: dejar atrás toda la oscuridad de la que habÃan sido testigos durante tanto tiempo en el trabajo.La realidad, no obstante, era que, después de seis meses en la playa, la isla se volvÃa muy aburrida.Un detective de grado tres de Robos y Homicidios llamado David Lambkin iba a ser el jefe de la brigada tras la marcha de Pratt.Era un experto en crÃmenes sexuales reconocido en todo el paÃs y lo habÃan elegido para el trabajo porque muchos de los casos antiguos que estaban investigando en la unidad respondÃan a una motivación sexual.Bosch tenÃa ganas de trabajar con Lambkin y habrÃa preferido departir con él en lugar de hacerlo con Pratt, pero las fechas eran ésas.Trabajaban con quien les tocaba, y una de las cosas positivas de Pratt era que iba a darles rienda suelta hasta que se marchara.Simplemente no querÃa ninguna onda expansiva, nada que le explotara en la cara.QuerÃa un último mes en el trabajo tranquilo y sin acontecimientos.Como la mayorÃa de los polis con veinticinco años de servicio en el departamento, Pratt era un vestigio del pasado, de la vieja escuela, y preferÃa trabajar con máquina de escribir que con ordenador.Enrollada hasta la mitad en una IBM Selectric que tenÃa junto al escritorio, habÃa una carta que Pratt estaba redactando cuando llegaron Bosch y Rider.Bosch habÃa echado un vistazo al sentarse y vio que estaba dirigida a un casino de las Bahamas.Pratt estaba intentando conseguir un empleo de seguridad en el paraÃso, y eso dejaba muy claro dónde tenÃa la cabeza en esos dÃas.Después de escuchar el informe, Pratt dio su aprobación para que trabajaran con O'Shea y sólo se animó cuando emitió una advertencia sobre el abogado de Raynard Waits, Maury Swann.– Dejad que os hable de Maury -dijo Pratt-.Hagáis lo que hagáis cuando os reunáis con él, no le deis la mano.– ¿Por qué no? -preguntó Rider.– Una vez tuve un caso con él.Fue hace mucho.El acusado era un pandillero metido en un 187.[1] Cada dÃa, cuando empezaba la vista, Maury hacÃa ostentación de estrecharme la mano y luego la del fiscal
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