[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.Cuando terminaron y ya no quedó nada más que añadir, les dio la mano a Martin Beck y a Per Mansson y les agradeció otra vez el favor de haberle escuchado, antes de ser conducido al calabozo.Cuando hubo salido del despacho, ambos permanecieron largo rato en silencio.Por fin, Mansson se levantó, se dirigió a la ventana y miró hacia el patio.—¡Mierda! —murmuró.—Espero que le caiga una condena leve —dijo Martin Beck.Llamaron a la puerta y entró Skacke.—¿Cómo ha ido?Nadie le contestó de momento.Después Mansson comentó:—Bueno; es más o menos lo que habÃamos imaginado.—Debe de ser un asesino con mucha sangre frÃa para haber entrado de aquella manera y disparar asÃ.¿Por qué lo hizo de esa forma? Yo hubiera ido a su casa y le hubiera pegado un tiro mientras tomaba el sol o algo asÃ…—No fue exactamente eso —dijo Martin Beck—.Espera, y lo oirás.Rebobinó la cinta de la grabadora, que habÃa estado en marcha durante todo el interrogatorio.—Creo que es por aquà —dijo Martin Beck.Apretó un botón y el aparato empezó a rechinar.«Pero, ¿cómo sabÃa que Viktor Palmgren estaba precisamente en el Savoy?» preguntaba Per Mansson.«No lo sabÃa, pero pasé por allà delante y lo vi» explicaba Bertil Svensson.«Creo que serÃa mejor que empezara por el principio.DÃganos qué hizo aquel miércoles» decÃa la voz de Martin Beck.B.S.: Estaba de vacaciones desde el lunes, o sea que no tenÃa nada que hacer.Por la mañana no hice nada especial; me la pasé en casa haciendo cosas sin importancia: lavé unas cuantas camisas y mudas, porque con este calor hay que cambiarse muy a menudo.Después comà un par de huevos fritos y tomé café, y después fregué los platos y salà a comprar.Fui a Tempo, en Värnhemstorget, que no es que sea la tienda más cercana, pero me interesaba hacer tiempo.No conozco a casi nadie en Malmö, salvo a un par de compañeros de trabajo, pero como estábamos de vacaciones, todos se habÃan marchado con sus familias.Después de comprar volvà a casa.HacÃa mucho calor y no me apetecÃa salir, asà que me tumbé en la cama y leà un libro que habÃa comprado en Tempo.Se titula El odio, de Ed McBain, Más tarde refrescó un poco, y a eso de las seis y media fui en bicicleta al campo de tiro.M.B.: ¿Qué campo es ése?B.S.: El de siempre; está en Limhamn.P.M.: Entonces, ¿llevaba consigo el revólver?B.S.: SÃ; hay quien lo guarda en el propio club, pero yo suelo llevármelo a casa.P.M.: Muy bien.Continúe.B.S.: Pues estuve tirando una hora, más o menos.En realidad, casi no puedo permitirme semejante dispendio, porque la munición es carÃsima, y luego está la cuota de socio y cosas asÃ, pero bien hay que entretenerse con algo.P.M.: ¿Cuánto tiempo hace que tiene el revólver?B.S.: ¡Uy, mucho tiempo! Lo compré hará unos diez años, un dÃa que gané algo de dinero en las quinielas.Siempre me habÃa interesado el tiro, y cuando era niño deseaba tener una escopeta de aire comprimido, pero mis padres eran pobres y no podÃan comprarla aunque hubieran querido.Y tampoco quisieron, claro.Lo que más me gustaba era ir al parque de atracciones y tirar al blanco contra unos alces dibujados.M.B.: ¿Es usted bueno tirando?B.S.: Creo que sÃ; he ganado algunos premios.M.B.: Bueno, y cuando terminó de tirar en el club…B.S.: Cuando terminé cogà la bicicleta y volvà a la ciudad.P.M.: ¿Y el revólver?B.S.: Lo llevaba metido en su estuche, en el portapaquetes.Fui por el carril para bicicletas a lo largo de todo Limhamnsfältet, rodeé el Turbinen y pasé por delante del Museo y del Juzgado.Cuando llegué al cruce de Norra Vallgatan y Hamngatan tuve que parar porque estaba el semáforo en rojo, y allà fue donde le vi.P.M.: ¿A Viktor Palmgren?B.S.: SÃ, por la ventana del Savoy.Estaba de pie y habÃa un montón de gente sentada a la mesa.P.M.: Antes ha dicho que no conocÃa a Palmgren.¿Cómo supo entonces que era él?B.S.: He visto su foto en los periódicos muchas veces, y en una ocasión pasé por delante de su casa y le vi salir y meterse en un taxi.¡Ya lo creo que sabÃa que era él!M.B.: ¿Qué hizo entonces?B.S.: La verdad es que no pensé mucho en lo que hacÃa, aunque al mismo tiempo sabÃa muy bien lo que tenÃa que hacer.Es difÃcil de explicar.Pasé por delante de la entrada del Savoy y dejé la bicicleta en el aparcamiento.Recuerdo que ni siquiera me preocupé de ponerle el candado; era algo que ya no me importaba.Entonces saqué el revólver del estuche y me lo metà en la chaqueta.Bueno; primero lo cargué.No pasaba nadie por allà y llevaba el revólver metido en el estuche.Yo permanecà de espaldas a la calle mientras metÃa un par de balas.Luego entré en el comedor y le disparé a la cabeza.Se cayó sobre la mesa.Después vi que la ventana que tenÃa más cerca estaba abierta, asà que salté por ella y volvà a la bicicleta.P.M.: ¿No tuvo miedo de que le detuvieran? Porque en el comedor habÃa otras personas…B.S.: En eso no llegué a pensar; sólo pensé: tengo que matar a este puerco.M.B.: ¿No vio que la ventana estaba abierta antes de entrar?B.S.: No, no pensé en eso.No pensé salir de allà como lo hice, pero al ver que se derrumbaba y que nadie se preocupaba de mÃ, empecé a pensar en largarme de allÃ.M.B.: Bueno, ¿y qué hizo entonces?B.S.: Volvà a meter el revólver en su estuche y me marché en la bicicleta, crucé el puente Petribron y pasé ante la estación
[ Pobierz całość w formacie PDF ]